Archive for February, 2014

El valor de las cosas

"Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?"

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

– Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

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– Eh… encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

– Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó:

“Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un anciano fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.

En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.

¡Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro!. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

– Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

– Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

-¡¿58 monedas?! -exclamó el joven-

Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…

El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

– Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.


FRASE PARA ACOMPAÑARTE EN LA SEMANA:
"No intento bailar mejor que otro.
Sólo intento bailar mejor que yo mismo"
(Mikhail Baryshnikov)

¿Zanahoria, huevo o café?

Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y lo difíciles que le resultaban las cosas. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.


Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.

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La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato.

Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hija le dijo:
– "Querida, ¿qué ves?"

-"Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta.


La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café.

Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó:

"¿Qué significa ésto, padre?"

El le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

"¿Cuál eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido?
¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.

Y tú, ¿cual de los tres eres?


FRASE PARA ACOMPAÑARTE EN LA SEMANA:
"El modo en que una persona toma las riendas de su destino
es más determinante que el destino en sí mismo"
(Karl Wilhelm)

La cuchara

Un estudiante de zen se quejaba de que no podía meditar: sus pensamientos no se lo permitían. Habló de esto con su maestro diciéndole:

"Maestro, los pensamientos y las imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos segundos, luego vuelven con más fuerza. No puedo meditar. No me dejan en paz".

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El maestro le dijo que esto dependía de él mismo y que dejara de cavilar. No obstante, el estudiante seguía lamentándose de que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba confusa. Cada vez que intentaba concentrarse, todo un tren de pensamientos y reflexiones, a menudo inútiles y triviales, irrumpían en su cabeza.

El maestro entonces le dijo:

"Bien. Aferra esa cuchara y tenla en tu mano. Ahora siéntate y medita".

El discípulo obedeció. Al cabo de un rato el maestro le ordenó: "¡Deja la cuchara!". El alumno así hizo y la cuchara cayó obviamente al suelo. Miró a su maestro con estupor y éste le preguntó:

"Entonces, ahora dime quién agarraba a quién, ¿tú a la cuchara, o la cuchara a ti?.

(Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio)


FRASE PARA ACOMPAÑARTE EN LA SEMANA:
"La habilidad es lo que tú eres capaz de hacer.
La motivación determinará lo que hagas.
La actitud determinará cuán bien lo hagas"
(Lou Holtz)

Las cuatro velas

Cuatro velas se estaban consumiendo lentamente.

El ambiente estaba tan silencioso que se podía oír el diálogo entre ellas.

La primera dijo:

– ¡Yo Soy la Paz! A pesar de mi Luz, las personas no consiguen mantenerme encendida.

Y disminuyendo su llama, se apagó totalmente.

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La segunda dijo:

– ¡Yo me llamo Fe! Infelizmente soy superflua para las personas, porque ellas no quieren saber de Dios, o de un ser superior, por eso no tiene sentido continuar quemándome.

Al terminar sus palabras, un viento se abatió sobre ella, y esta se apagó.

En voz baja y triste la tercera vela se manifestó:

– ¡Yo Soy el Amor! No tengo mas fuerzas que quemar. Las personas me dejan de lado porque solo consiguen manifestarme para ellas mismas; se olvidan hasta de aquéllos que están a su alrededor.

Y también se apagó.

De repente entró una niña y vio las tres velas apagadas.

– ¿Qué es esto? Ustedes deben estar encendidas y consumirse hasta el final.

Entonces la cuarta vela, habló:

– No tengas miedo, niña, en cuanto yo esté encendida, podemos encender las otras velas.

Entonces la niña tomó aquella vela, la vela de la Esperanza, y encendió nuevamente las que estaban apagadas.


FRASE PARA ACOMPAÑARTE EN LA SEMANA:
"Caerse, está permitido;
levantarse, ¡es obligatorio!"
(Proverbio chino)

Bailar bajo la lluvia

Una mujer muy sabia se despertó una mañana, se miró al espejo y notó que tenía solamente tres cabellos en su cabeza. ”Hummm” pensó, ”creo que hoy me voy a hacer una trenza”. Así lo hizo y pasó un día maravilloso.

El siguiente día se despertó, se miró al espejo y vio que solamente tenía dos cabellos en su cabeza. ”Hummm” dijo ”creo que hoy me peinaré de raya en medio”. Así lo hizo y paso un día grandioso.

‘, ‘El siguiente día cuando despertó se miró al espejo y notó que solamente le quedaba un cabello en su cabeza. ”Bueno” ella dijo ”ahora me voy a hacer una cola de caballo”. Así lo hizo y tuvo un día muy, muy divertido.

A la mañana siguiente cuando despertó corrió al espejo y enseguida notó que no le quedaba ni un solo cabello en la cabeza. ”Que bien” exclamó ”hoy no voy a tener que peinarme”.

La actitud es todo.


La vida no es esperar a que la tormeta pase. Es aprender a bailar bajo lo lluvia.


FRASE PARA ACOMPAÑARTE EN LA SEMANA:
"¡Despierta! Ya es hora de moverte hacia lo que de verdad quieres"